LOS INVISIBLES

Teatro

“A través de los barrotes oxidados y a medio pintar, mis ojos, destellando de asombro, observaban a un grupo de niñas sobre las tablas ajadas de una modesta tarima. Sin duda alguna fue amor a primera carcajada, porque la alegría de la vida se dibujaba en el aire con los movimientos que describían sensaciones, las ideas sonreídas tomaban cuerpos habitados de emociones y el espacio se estremecía con gracia ante la caricia de los gestos versátiles”.

Por: Maribel Hernández Rodríguez
Colegio Calasanz Pereira

 

Supe desde ese momento que dejaría de ser invisible. Autores escondidos tras las letras de los textos, personajes escabullidos entre las telas y los colores para reconocer de frente mis pensamientos; sentimientos trepados por los focos de luz que viajaban en ondas musicales para descubrir mi esencia sometida ante la vida; espectadores tras la mágica penumbra, que descubrían talentos revelados a través de los barrotes olvidados y a medio pintar sobre las tablas ajadas de una modesta tarima. Así fue mi primer encuentro cara a cara con el teatro.

Sí, dejé de ser invisible para el otro y para mí. Un haz de luz baña ahora mi cuerpo e ilumina un nuevo camino de aventuras reales, de aventuras fantásticas, de historias felices y de tragedias.

Es la nueva luz que se asoma en los ojos de nosotros, los invisibles. Luz revestida de coraje para aprender, decidir, transformar, crecer y responder a todos los escenarios de la vida. Es la luz de un guerrero que lucha por brillar en la oscuridad del miedo, del faro del líder que desea transformar destinos y comunicar ideas, el candil del solitario artista que desea dibujar seres ansiosos de abandonar el foso; la luz de la lamparilla del escultor que sueña con tornear un ser íntegro y armonioso, la fe de quien cree y entiende que puede aprender desde la otredad.

En este camino teatral, los invisibles hacemos parte de algo más grande que nuestro propio temor, dejamos tras bambalinas a ese monstruo del pánico que, al mirarnos a los ojos, al igual que la Gorgona, nos paraliza.

Pasos lentos y ligeros que encuentran en el lodazal la oportunidad y no el pretexto para hacer el alto en el camino; esforzamos en cada trasegar, por alcanzar en el horizonte la respuesta adecuada a los retos y experiencias de la vida, el compromiso y la responsabilidad como fuente de éxitos y metas soñadas, luchadas y alcanzadas, el vínculo de hermandad que lleva por emblema la tolerancia y el acogimiento.

Como invisibles abrazamos tiernamente una identidad a partir de la acción, la vivencia y la posibilidad de lo que puede ser, con alas en la mente que desconocen fronteras. Nos convertimos en fruto y sembrador de un entorno socio cultural, seres humanos en acción, movilizados en el sueño y la imaginación.

En Cala Teatro vimos nacer a la mandarina en un patio olvidado, muerto la golondrina llevándose en el alma el sincero amor que profesaba a su príncipe, encontrado la oscuridad que guarda la ambición de tres mujeres solas, latir un corazón turbado por el temor de ser descubierto al cegar una vida; cantar y bailar a la muerte entre los que extrañan la vida, narrar la turbia historia de una familia en medio de un baile de máscaras rojas; y seguramente, con la confianza de quien es visible gracias a la sensibilidad del arte, seguiremos materializando narraciones para que el espectador vuele y vea lo que nosotros, compromiso de seguir suspirando en el teatro.

Como directora extiendo mi mano afectiva al otro, que es el centro de las circunstancias expresivas que movilizan mi corazón, el cuerpo y la razón.


Gracias Cala Teatro, infinitas gracias.

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